Generalmente, el sueldo que un trabajador cobra a fin de mes se compone de dos conceptos principales: el salario base y los complementos salariales.
El salario base no lo establece la empresa, sino que cada categoría profesional tiene fijado el suyo en un convenio colectivo. De manera que todas las personas que trabajen, por ejemplo, como administrativos en empresas del sector del metal tendrán el mismo salario base.
¿Por qué, entonces, cada una de esas personas puede tener un sueldo distinto a fin de mes? Por los complementos salariales. Ellos marcan la diferencia de sueldo entre trabajadores que ostentan la misma categoría profesional y trabajan en el mismo sector de actividad, o incluso en la misma empresa.
Tipos de complementos
Existen varios tipos de complementos salariales:
- Personales: se derivan de las condiciones del trabajador, como su antigüedad en la empresa o sus conocimientos especiales (idiomas, títulos académicos...). Aquí también constan los que la empresa incluya voluntariamente para mejorar el sueldo final del trabajador.
- Por el puesto de trabajo: son pluses asociados a algunos puestos por su peligrosidad, porque implican trabajar en horario nocturno, porque conllevan una responsabilidad especial, etc.
- Por calidad y/o cantidad de trabajo: incentivos por rendimiento, por la consecución de objetivos previstos, por puntualidad... Aquí se incluyen también las horas extraordinarias.
- De vencimiento periódico superior al mes: este concepto hace referencia a las pagas extras y a las participaciones -si las hay- en los beneficios anuales de la empresa.
- En especie: todo aquello que el trabajador reciba en bienes distintos al dinero, como un coche o un inmueble.
Aunque no forman parte de los complementos salariales, en el sueldo pueden incluirse otros conceptos, como por ejemplo:
- Percepciones de carácter asistencial y de acción social de la empresa: ayudas por hijos, etc.
- Percepciones no salariales: dietas de viaje, pluses de distancia, gastos de locomoción...
